miércoles, 16 de noviembre de 2011

Los adictivos y perjudiciales refrescos de cola

Son consumidos desde hace tiempo por muchas personas y están aceptados socialmente, aunque son bastante perjudiciales para la salud. Su fama mundial es debida sobre todo a una gran publicidad. Son adictivos por la enorme cantidad de azúcar que contienen y por la cafeína. Hay estudios médicos y científicos serios, sin ánimo de lucro, que demuestran que la ingesta de bebidas muy azucaradas incrementa la producción de dopamina (un neurotransmisor) en el cerebro, provocando elevación del ánimo y placer. Tomado en exceso, el azúcar provoca una adicción similar a la de las drogas. También causa caries y otras enfermedades porque descalcifica y “roba” nutrientes, además de espesar y acidificar la sangre. Un elevado consumo de azúcar también puede causar diabetes, obesidad, arteriosclerosis, enfermedades del corazón, etc.

Cantidad de azúcar en un refresco de cola. Cada terrón tiene cuatro gramos
  
La cafeína de los refrescos de cola excita el sistema nervioso y puede provocar insomnio y dependencia física. El gas carbónico (las burbujas) que contienen es el responsable de la adicción psicológica y además provoca gases (y dispepsias con el tiempo). Otro ingrediente de estos refrescos es el ácido fosfórico, que favorece la osteoporosis. Y la combinación de este ácido con el azúcar dificulta la absorción de hierro, lo que puede generar anemia y mayor facilidad para contraer infecciones, principalmente en niños, ancianos y mujeres embarazadas. El grado de acidez de estos refrescos es tal que pueden provocar úlceras en el aparato digestivo y dañar los riñones; incluso personas adictas a ellos han llegado a padecer cáncer. Por otra parte, según un estudio danés, tanto la cantidad como la calidad de los espermatozoides de hombres que los toman se ve reducida con respecto a aquellos hombres que no lo hacen. Para finalizar decir que la suma de los susodichos componentes hacen de los refrescos de cola unas bebidas tóxicas y en mi opinión casi comparables al alcohol y al tabaco, pues son un veneno de muerte lenta. Y las autoridades sanitarias siguen sin tomar cartas en el asunto, ya que no obligan a indicar en los envases los peligros que conlleva su consumo. Lo cual confirma que prevalece el dinero sobre la salud pública.

viernes, 11 de noviembre de 2011

No sólo las vacas están locas

El llamado mal de las vacas locas ha vuelto a ser noticia. Hace unos cinco años, la opinión pública tuvo conocimiento del problema que se originó en Gran Bretaña. Allí las vacas enfermaron porque fueron alimentadas con reses muertas de su misma especie. Ahora el problema afecta a toda la Unión Europea y la causa del mal es muy similar a la de entonces. Salvo que ahora las vacas han sido alimentadas con ovejas muertas y cebadas con piensos o harinas de origen animal para acelerar su crecimiento y engorde.

   En los últimos años, los países de Europa demandaban gran cantidad de carne de vaca. Y para satisfacer las necesidades de forma proporcional a esa demanda, los ganaderos sobrealimentaron y cebaron de forma artificial a las vacas. Y no sólo a las vacas, sino también a otros animales de granja que ni siquiera ven la luz, como por ejemplo pollos, cerdos, conejos, etc. Todos estos animales, libres por naturaleza, están siendo víctimas del negocio y de la explotación. Es probable que si las vacas pudiesen hablar se quejarían de la falta de ética de los humanos y del sistema capitalista imperante, cuya ley suprema es el beneficio a costa de lo que sea.

   Las vacas han recibido una alimentación que no les corresponde por naturaleza, ya que comen hierba y granos. Y cuando se obra en contra de la naturaleza las consecuencias son funestas. Y a la vista está el caso.


   Ahora, los 15 países que conforman la Unión Europea han decidido prohibir las harinas de carne para la alimentación del ganado con el fin de atajar el mal. La medida ha llegado tarde, pero al menos ha llegado. Al sustituir las harinas animales por harinas vegetales, el ganado tardará más a engordar, pero lo hará de forma sana, que es lo más importante. Al engordar más lentamente, lo más seguro es que el precio de la carne suba. Lógicamente, el consumo de carne de vaca ha descendido y los precios han caído en picado, con lo que los ganaderos están al borde de la ruina y pagando las consecuencias de su avaricia.

   No va a ser fácil devolver la confianza a los consumidores, que han estado indefensos durante bastante tiempo. Éstos son realmente los que se llevan la peor parte por las perjudiciales consecuencias para su salud que podría haber tenido el consumo de vacas enfermas. Yo me he preguntado bastantes veces si lo que comemos tiene los pertinentes controles sanitarios, porque me parece muy criticable el hecho de que la Administración sólo los lleve a cabo de forma exhaustiva cuando el mal ya está presente desde hace tiempo.

   En fin, parece ser que no hay nada fiable y casi todo está envenenado, pero cada día estoy más convencido de hacerme vegetariano.

Publicado en Diario de Soria el martes 12 de diciembre de 2000 y en Heraldo de Soria el jueves 11 de enero de 2001

sábado, 5 de noviembre de 2011

El principio del fin del "botellón"

Aunque últimamente el botellón está provocando un gran debate social, lo cierto es que la costumbre de beber en la calle se remonta a veinte años atrás por lo menos. En los años 80, los años de la movida, comenzaron a proliferar los pubs o discobares. Los elevados precios de las consumiciones en los mismos hicieron que la gente se montara la fiesta por su cuenta. Así que los jóvenes y adolescentes decidieron comprar la bebida en los supermercados: unos refrescos de cola y unos cartones de vino. Y mezclando ambas cosas tenemos el popular calimocho, que permite emborracharse de forma rápida y económica.

   Muchos de los que entonces hicieron uso y abuso del cachi y del litro –actualmente calvos, feos y gordos- han puesto el grito en el cielo porque no podían dormir por la noche debido a la movida nocturna que hasta hace poco tenía lugar en muchas calles y plazas de nuestro país. El acicate de la prohibición ha sido una reciente sentencia judicial, que ha dado la razón a unos vecinos cansados de soportar los ruidos, las voces, las meadas y los vómitos en los portales, etc. Asimismo, al término del ritual, las plazas y parques (en los que parecía que había tenido lugar una batalla campal) parecían basureros. Y además en muchas ocasiones el llamado “mobiliario urbano” (farolas, bancos) acababa destrozado, ya que el alcohol genera conductas agresivas en muchos individuos.

Actualmente muchos jóvenes se reúnen en botellódromos

   Reconozco que las consecuencias del ritual empezaban a ser graves y había que atajarlas de alguna manera. Pero la prohibición, si no va acompañada de medidas alternativas (de ocio en este caso) y de diálogo con los jóvenes, no va a solucionar el problema. Los jóvenes van a seguir bebiendo, aunque a escondidas. Paradójicamente, el botellón estaba más controlado antes de la prohibición porque los jóvenes solían frecuentar el mismo sitio. La medida represiva, viniendo del Gobierno que tenemos, no me extraña en absoluto. Y que conste que no estoy haciendo demagogia. Al hijo de un trabajador le resulta más difícil costearse los cubatas de los discobares. Por otra parte, muchas veces me pregunto si realmente el Gobierno busca que la juventud no beba, o simplemente arrancar un puñado de votos de ciertos sectores de la sociedad a los que ha contentado con la prohibición. Y desde estas líneas quiero recordar al Gobierno que no se trata de legislar más, sino de cumplir las leyes ya existentes. Estas leyes no se están aplicando, puesto que los menores de 16 años obtienen bebidas alcohólicas en tiendas y supermercados. Y a mi juicio, los establecimientos que no cumplen la ley deberían ser sancionados. Tengo la impresión de que están poco controlados.

   El problema se soluciona si se eliminan las causas que lo provocan. Las causas de que los jóvenes beban en exceso son la falta de alternativas de ocio (el Gobierno debe invertir más dinero en políticas destinadas a la juventud), la falta de ilusión y de expectativas de futuro (la precariedad laboral), la presión del grupo de amigos (beber para ser aceptado). Los jóvenes también asocian el alcohol a diversión y lo utilizan como medio de evasión (les desinhibe y les hace olvidar sus preocupaciones). Pero la sociedad también es muy culpable del problema, al ser tolerante con una sustancia tan perniciosa y adictiva como el alcohol. Y además se estimula su consumo (todo se celebra bebiendo). La solución al problema también pasa por el autocontrol, la información y la educación en entornos tan decisivos como la familia (el joven tiende a imitar lo que ve en casa).

   El principio del fin del botellón también llegará cuando los bares, discobares y discotecas cumplan los horarios de cierre (y cierren antes), por no hablar de los after hours, que abren a las 8 de la mañana. Pero claro, mucha gente joven sólo se manifestaría para ampliar el horario de apertura de estos locales. Y mientras siga pagando papá...

Publicado en Heraldo de Soria el jueves 14 de marzo de 2002