viernes, 11 de noviembre de 2011

No sólo las vacas están locas

El llamado mal de las vacas locas ha vuelto a ser noticia. Hace unos cinco años, la opinión pública tuvo conocimiento del problema que se originó en Gran Bretaña. Allí las vacas enfermaron porque fueron alimentadas con reses muertas de su misma especie. Ahora el problema afecta a toda la Unión Europea y la causa del mal es muy similar a la de entonces. Salvo que ahora las vacas han sido alimentadas con ovejas muertas y cebadas con piensos o harinas de origen animal para acelerar su crecimiento y engorde.

   En los últimos años, los países de Europa demandaban gran cantidad de carne de vaca. Y para satisfacer las necesidades de forma proporcional a esa demanda, los ganaderos sobrealimentaron y cebaron de forma artificial a las vacas. Y no sólo a las vacas, sino también a otros animales de granja que ni siquiera ven la luz, como por ejemplo pollos, cerdos, conejos, etc. Todos estos animales, libres por naturaleza, están siendo víctimas del negocio y de la explotación. Es probable que si las vacas pudiesen hablar se quejarían de la falta de ética de los humanos y del sistema capitalista imperante, cuya ley suprema es el beneficio a costa de lo que sea.

   Las vacas han recibido una alimentación que no les corresponde por naturaleza, ya que comen hierba y granos. Y cuando se obra en contra de la naturaleza las consecuencias son funestas. Y a la vista está el caso.


   Ahora, los 15 países que conforman la Unión Europea han decidido prohibir las harinas de carne para la alimentación del ganado con el fin de atajar el mal. La medida ha llegado tarde, pero al menos ha llegado. Al sustituir las harinas animales por harinas vegetales, el ganado tardará más a engordar, pero lo hará de forma sana, que es lo más importante. Al engordar más lentamente, lo más seguro es que el precio de la carne suba. Lógicamente, el consumo de carne de vaca ha descendido y los precios han caído en picado, con lo que los ganaderos están al borde de la ruina y pagando las consecuencias de su avaricia.

   No va a ser fácil devolver la confianza a los consumidores, que han estado indefensos durante bastante tiempo. Éstos son realmente los que se llevan la peor parte por las perjudiciales consecuencias para su salud que podría haber tenido el consumo de vacas enfermas. Yo me he preguntado bastantes veces si lo que comemos tiene los pertinentes controles sanitarios, porque me parece muy criticable el hecho de que la Administración sólo los lleve a cabo de forma exhaustiva cuando el mal ya está presente desde hace tiempo.

   En fin, parece ser que no hay nada fiable y casi todo está envenenado, pero cada día estoy más convencido de hacerme vegetariano.

Publicado en Diario de Soria el martes 12 de diciembre de 2000 y en Heraldo de Soria el jueves 11 de enero de 2001

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