viernes, 10 de mayo de 2013

Hacia una educación elitista

La reciente huelga general en el ámbito de la Educación ha puesto de manifiesto la indignación de bastantes padres, alumnos y profesores, todos unidos una vez más para protestar contra una reforma educativa cargada de ideología y que supone un retroceso de más de 40 años, llevándonos en un DeLorean a tiempos precedentes a la Ley General de Educación del año 1970. El presidente del Gobierno dijo en campaña electoral que no recortaría en Sanidad y en Educación, pero estamos viendo que no es así. Desde el Gobierno también nos dicen que no hay dinero y que no hay alternativa a su política económica, nefasta en mi opinión. Sin embargo el mismo ha preferido premiar a las mayores culpables de la crisis, las entidades financieras, rescatándolas con dinero público. Es una gran injusticia. Y además, si no hubiese políticos que roban ni grandes fortunas que defraudan tanto y hubiera una política fiscal más justa, no haría falta recortar en servicios públicos esenciales.

   La derecha no cree en lo público y si puede se lo carga privatizándolo, para hacer negocio con ello. Actualmente se excusa en la crisis para imponer esa política. Considera la educación como un gasto en lugar de verla como una inversión de futuro para el país. Qué distinta es la política finlandesa, que destina gran cantidad de dinero público a Educación y de esta forma ha conseguido ser uno de los países más avanzados del mundo, con un desarrollo basado en las nuevas tecnologías. Pero aquí el Gobierno del PP encima ha reducido las partidas destinadas al desarrollo y a la investigación y eso favorece el que España siga siendo un país cuya economía se basa mucho en el turismo y en la hostelería y no se potencie el campo científico. Y nos hace falta ser más competitivos y eso se logra innovando y exportando más productos y consiguiendo que los más preparados no se marchen fuera a trabajar porque aquí o no se les valora o no encuentran empleo de lo que han estudiado.


    Por otra parte, la reforma educativa del PP está impregnada de ideología. La subida de tasas, con un aumento escandaloso del coste de las matrículas universitarias, y la reducción de becas lo corroboran, ya que estas medidas dificultan cuando no impiden la realización de unos estudios superiores a muchos hijos de trabajadores. En el futuro muchos de éstos tendrán que conformarse con un trabajo precario. Vamos camino de que solamente estudie quien pueda pagar, como antiguamente ocurría, y eso es contrario a la igualdad de oportunidades. Y es que durante siglos la derecha ha hecho de España su cortijo y ahora no soporta que hijos de obreros accedan a puestos de dirección después de haberse formado en institutos y universidades públicas. Recordemos que hasta hace no mucho eran únicamente los hijos de los ricos los que accedían a esos puestos, bastantes veces al margen de sus méritos intelectuales o aunque no estuvieran capacitados para desempeñarlos. En definitiva, la derecha no soporta perder unos privilegios que le vienen de cuna; y como necesita esclavos para alimentar su insaciable codicia, hace leyes educativas que propician un nivel cultural y académico mínimo a las ya depauperadas clases media y baja, para así perpetuarse en el poder generación tras generación.


Publicado en Heraldo de Soria el sábado 11 de mayo de 2013

miércoles, 1 de mayo de 2013

Brillar con luz propia

La envidia es un sentimiento que siempre ha estado presente desde los orígenes de la humanidad. Casi todo el mundo conoce la historia de los hermanos Caín y Abel. Según ésta, el primero mató al segundo por envidia, por no soportar que fuera más inteligente y mejor persona que él. La envidia es una rémora que impide evolucionar a individuos y por extensión a la sociedad en la que viven. En España, por ejemplo, la envidia es una plaga. Y en una ciudad con tan pocos habitantes como Soria impresiona la cantidad de gente envidiosa que hay.

    El deseo tan extendido de que al otro no le vaya bien o incluso peor es síntoma de una sociedad mentalmente enferma. La envidia es un mal que hace sufrir tanto a los propios envidiosos como a sus víctimas y va muy ligada al odio, pues el envidioso desea dañar. Detrás de una persona envidiosa hay una persona inmadura, con carencias o frustrada, que busca destruir a la persona que envidia. En lugar de luchar por sus anhelos y por sus sueños y de esforzarse por desarrollar sus aptitudes, pierde el tiempo intentando fastidiar y hundir a otros, recurriendo a la venganza, a las ofensas y a la difamación. Un envidioso también busca que su víctima pierda el respeto y la admiración de la gente y puede intentar crear una ignominia a la persona que envidia, inventándose una historia de ésta, para que sea rechazada por la sociedad.


   Por otra parte, las personas narcisistas (que son egocéntricas y que buscan “ser más” que los demás y mejores en todo) suelen pensar que la gente les tiene envidia. Y por ello hay muchas personas que se sienten angustiadas por los logros y la felicidad de otros. Pero las mismas deberían reflexionar y no ver sólo lo que los demás han conseguido, sino cómo han llegado a lograrlo. Por ejemplo, hay gente que sólo está de fiesta en fiesta mientras otra está estudiando o trabajando con mucho tesón. Es decir que hay personas que no se esfuerzan nada y cuando otras triunfan en la vida les produce rabia. En definitiva, cuanto más narcisista es una persona y cuanto más insatisfecha se siente con su vida, más envidiará a la gente que tenga lo que a ella le falta. Aparte, una de las peores envidias es la económica porque desata el consumismo sin freno. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad en la que bastantes individuos sin valores sólo dan importancia al dinero y a lo material, aspirando únicamente a ser los más ricos del cementerio y a tener mejor coche o casa que otros.

   No quiero terminar sin mencionar la fábula de la serpiente y la luciérnaga. En ella la serpiente quería comerse a la luciérnaga, sin que ésta perteneciera a su cadena alimentaria; simplemente porque no soportaba verla brillar con luz propia. Moraleja: si nos encontramos con personas que van detrás de nosotros para lastimarnos (aunque no les hayamos hecho nada ni estemos en su camino) ignorémoslas y sigamos caminando hacia delante, pues todos tenemos derecho a brillar, aunque eso moleste a quienes sólo pueden arrastrarse. Vivamos nuestra vida y dejemos a los demás vivir la suya.

Publicado en Heraldo de Soria el sábado 4 de mayo de 2013