Ya han pasado casi sesenta años desde el nacimiento de la
televisión en España. Entonces los receptores eran carísimos y solamente unos
pocos, los más pudientes, tenían un televisor en su casa. Actualmente casi todos
los hogares españoles disponen no ya de un televisor, sino de varios, lo que
también ha contribuido a separar a las familias. Además, la televisión es el
medio de comunicación que más influye en la sociedad debido a su gran
propaganda ideológica y a su abundante publicidad, subliminal en ocasiones. Por
ello, es importante seleccionar los programas y analizar sus mensajes con un
sentido crítico, ya que en personas que tienen un nivel cultural bajo y una escasa
o nula capacidad de crítica les induce con facilidad a pensar y a vivir de una
determinada manera, siendo proclives a convertirse en autómatas sometidos a la
voluntad de los poderes políticos y económicos. Por ejemplo, el suplemento
dominical de Heraldo de Soria del pasado 12 de mayo mostraba que algunos
programas seducen a los jóvenes con fórmulas de éxito fácil y el culto a la
imagen, fomentando el individualismo y el egocentrismo, lo que les convierte en
“juguetes rotos” sin valores y sin sensibilidad por la realidad social.
Por otra parte, la llegada de la televisión digital
trajo más canales gratuitos y por lo tanto más programas. Aunque no más
calidad. La cadena cultural por excelencia sigue siendo La 2, pero la ve poca
gente. Y en general, tenemos una televisión que en lugar de formar culturalmente
y entretener, distrae a la sociedad con larguísimos culebrones, con los llamados reality shows (cuyas
elevadas audiencias también reflejan la gran cantidad de personas morbosas y
cotillas que hay), con mucha crónica de sucesos para que la sociedad se
consterne -y no reflexione- y partidos de fútbol (que tienen un poder de
convocatoria muy superior a cualquier manifestación para reivindicar derechos) para
que la gente no hable ni del paro ni de la corrupción y desvíe la atención de la nefasta política del
Gobierno. Y por si todo esto fuera poco el presidente del mismo, en un gesto
antidemocrático, comparece en un televisor de plasma para evitar ser preguntado
por los periodistas. Aparte, otro aspecto de la programación que quiero comentar
es que pocos debates merecen la pena y en mi opinión son muy necesarios porque
del contraste de pareceres surge la luz. Sin embargo, el debate que no es a
horas intempestivas está descompensado o es un diálogo de sordos o una discusión de patio de colegio
en la que predomina el y tú más y se
hace una ardiente defensa del bipartidismo. Y también me resulta
insoportable que tertulianos paniaguados
intenten trasladar a la opinión pública ese optimismo gubernamental de que
pronto estaremos mejor, cuando no hay datos objetivos que lo demuestren. Y es
que me resulta imposible creer que haya personas con una visión tan
distorsionada de la realidad.
Antiguamente se decía que una persona con
información es una persona con opinión. La televisión es sin duda el medio que
más opinión crea. No obstante, es aconsejable no limitarse a un solo
informativo si se quiere tener conocimiento de todas las noticias y de todas
las caras de las mismas, pues a veces en las cadenas estatales y en algunas
privadas no se emiten las opiniones contrarias a leyes gubernamentales. Por
ello siempre es bueno contrastar la información y ver otros canales. Además hay
noticieros que rezuman sensacionalismo; o que narran las noticias sin orden y
jerarquía, entremezcladas con hechos irrelevantes o anecdóticos. O incluso comienzan hablando del tiempo sin que haya una emergencia climática (una inundación, un huracán, un tornado, etc.). Y al final el espectador inteligente
tiene la impresión de que se le han contado pocas cosas interesantes. También
he notado que en informativos de cadenas públicas la actualidad internacional
copa demasiado tiempo en detrimento de las noticias nacionales, que interesan
bastante porque nos afectan más. Y es que seguramente los gobernantes quieren
que pensemos continuamente que en otros lugares se vive mucho peor que en
España. Con la que está cayendo aquí.
Publicado en Heraldo de Soria el martes 28 de mayo de 2013
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