En
unas estadísticas elaboradas por el Ministerio de Cultura en noviembre de 2012
puede observarse el creciente desinterés social por las corridas de toros en
España. Ya a finales de los años setenta del siglo pasado casi la mitad de los ciudadanos
no las seguían. Actualmente la mayoría, cerca de tres cuartas partes de la
población, se muestra contraria a ellas. A la gente más joven es a la que menos
le gustan. Solamente hay que ver la escasa asistencia de juventud a las plazas
de toros con el fin de contemplar tan cruento espectáculo. Por ello, con el
tiempo la tauromaquia está abocada a desaparecer. Y es comprensible. En este
tema la sociedad ha evolucionado y es lógico que prevalezcan criterios
racionales frente al salvajismo de las corridas de toros. Y la desaparición de
las mismas es uno de los pasos necesarios para que la violencia se erradique
completamente de la sociedad. Además ninguna tradición, por arraigada que esté,
justifica la continuidad del maltrato a un animal.
El Gobierno conservador, tan
apegado a las tradiciones, declaró Bien de Interés Cultural las corridas de
toros, aunque no en todas las comunidades autónomas (en Cataluña, por ejemplo,
se abolieron gracias a una Iniciativa Legislativa Popular que prosperó en el
parlamento catalán y en Canarias están prohibidas desde 1991). El Gobierno del
PP también levantó el veto a la emisión de corridas de toros en la televisión
estatal en el año 2012, tras seis años sin televisarse. Ambas acciones
gubernamentales revelan que la tauromaquia está de capa caída. Y por eso la misma tiene necesidad de promocionarse. Prueba de ello es que hasta no hace muchos años la
emisión de corridas de toros costaba gran cantidad de dinero público. Pero
actualmente TVE solamente afronta el coste del despliegue técnico necesario para la retransmisión; y los ganaderos y los
diestros ceden gratuitamente los derechos de difusión. Aunque la tauromaquia sigue recibiendo subvenciones de las distintas administraciones del Estado. Sin ellas no subsistiría.
Por
otra parte, el Gobierno trata de resucitar las corridas de toros para
entretener al pueblo. Pero de nada sirve que le dé más circo si cada día le
quita más pan. La emisión de corridas de toros -y de partidos de fútbol- es un arma usada por los gobiernos para intentar que la gente desvíe el pensamiento de
los graves problemas sociales y de la corrupción que les afecta. Su pretensión es someter a los ciudadanos todavía más. Y otro aspecto muy importante y grave
es que las corridas de toros televisadas en horario infantil pueden provocar
agresividad, estrés y ansiedad en los niños, tal y como acreditan numerosos
estudios. Pero el Gobierno, haciendo gala de una gran carencia de sensibilidad,
desoye las opiniones de personas duchas en psicología y TVE sigue
retransmitiéndolas por considerarlas un espectáculo cultural. Pero la tortura y
la agonía de un animal difícilmente pueden considerarse arte y cultura. Ojalá que
en el futuro España sea mucho más conocida en el extranjero por su exuberante patrimonio artístico y la belleza de sus paisajes que por las corridas de
toros y la corrupción.
Publicado en Heraldo de Soria el martes 22 de abril de 2014